1 de septiembre de 2008

Y entonces, Nada

Y ENTONCES, NADA

¡Quiero dormir!¡Dormir antes que vivir!
En un sueño tan dulce como la muerte...
C. Baudelaire. Las flores del mal


Entonces abrí con dificultad los párpados, no queriendo porque la intensa luz del amanecer me cegaba y sentía cierta incomodidad, pero mis deseos de hacerlo se incrementaban. Sentí satisfacción al lograrlo; mis pupilas llegaron a su tamaño normal y pude ver con claridad el techo gris con una infinidad de poros que parecían ojos en alerta a mis movimientos, donde la intensidad del color se acrecentaba conforme la luz del día se colaba por la ventana.
Nunca me había sentido tan bien y en paz como hoy, pensé. Qué extraño sentimiento de tranquilidad me inundó, cuántas veces traté de llegar al punto en el que me encontraba. Me dio miedo pensar que jamás había estado en esta situación. Inmediatamente le ordené a mi cuerpo sentarse en esa dura cama de madera vieja, con cartones por colchón, con esas sábanas que apenas reflejaban el bello sol que acababa de nacer.
Desde lo profundo de mi ser inhalé el transparente oxígeno y después del gran suspiro exhalé el montón de carbono que despedía mi cuerpo. Me percaté de que no escuchaba mi exhalación, ni el crujir de la madera de la cama al levantarme, la sábana rozando mi piel y el cartón desplazándose de lugar ¡Es lo mejor que me ha pasado en toda la vida! No hay nada que me pueda afectar, pensé. Cuando jalé con mis descalzos pies las chanclas negras sentí los pies tan cómodos que no le di importancia a la ausencia de ruido que las chanclas producen al hacer fricción con el suelo ni al momento de arrastrar los pies por la flojera matutina de cada domingo. Pero nada me atormentaba, ni tenía prisa, ni sentí curiosidad, frío, calor, miedo; mucho menos angustia por no escuchar mi ropa deslizarse en mi cuerpo al desvestirme, para después sacudirla y doblarla como de costumbre. Por el contrario, me sentí más feliz que nunca y desde ese momento mi rostro no dejaba al lado esa sonrisa marcada que mostraba la dentadura escasa, reflejada en mi pequeño espejo del tocador, partido por la mitad, del lado contrario al de mi cama. Me veía mejor que nunca, cargué el coordinado de pijama que trasladé de la cama a las pequeñas maderas paralelas colocadas al lado derecho del tocador; lo coloqué en su sitio y decidí ponerme el color de ropa que fuera con ese espléndido sentir del día. Elegí un conjunto de manta natural, camisa y pantalón, para no sentir ninguna incomodidad coloqué en mis pies los huaraches olvidados que —llenos de polvo y tierra— yacían en aquella bolsa abandonada del rincón derecho del cuarto. ¿Hace cuánto tiempo había hecho a un lado las prendas que me hacían sentir yo mismo? No quise recordarlo para no sentirme melancólico en este hermoso día de otoño...
No sentía hambre después de cambiarme, sólo bebí un poco de agua con tanta alegría en el pecho, que me daban ganas de derramar lágrimas como hace tiempo no lo había hecho. La frescura del agua natural se me hizo perfecta para este día en que la paz había llegado por fin. No quise hacerlo porque no quería mezclar lo salado de mis lágrimas con lo perfecto del agua, ni interrumpir el inaudible respirar de mi cuerpo. Este momento fugaz me atrapó con toda su belleza que cerré los ojos sin incomodarme siquiera al no oír el agua cayendo dentro del vaso; el sonar de mis tragos; la presión de mi boca; el jalar de la jarra. Nada. Al contrario, me dieron unas ganas inmensas de permanecer en esta tranquilidad, en esta soledad para siempre. No quise abrir los ojos para no ver la realidad que ya conocía a través de la ventana. Lo tenía todo, aunque no tuviera nada y era lo más bello que me había pasado en toda la vida.
Ojalá hubiese sido para siempre, apenas pensaba en lo bello que sería, cuando de pronto un sonido se hizo presente. Un sonido que quitó la sonrisa de mi rostro, que cambió mi deseo de no abrir los ojos para no ver la realidad y terminar con este sentimiento de paz. Qué extraño y perturbante sonido, no recordaba dónde lo había oído, ¡no lo hallé por ningún lado! Revisé bajo la cama, en el buró, en la mesa, en el agua, en las tablas paralelas, la bolsa y nada...
El ansia por encontrar lo que me estaba quitando ese pequeño mundo de paz me llevó a abrir la puerta de metal, tan rápido que no pude percibir su sonido rechinante. Me encontré a unos pocos pasos de la calle, nos separaba un pequeño jardín seco; di unos pasos hacia la banqueta y volteé a ambos lados para buscar entre el mundo habitual el estrepitoso ruido. Revise con la mirada todas las partes posibles de las cuales podían emanar el sonido, pero el ruido parecía jugar con mis sentidos y no dar la cara. Comenzaba a correr un pequeño viento que me penetro en el cuerpo haciendo que me estremeciera. Aún con la mirada puesta en el árbol que se escondía entre la esquina de la cuadra, apunté el oído hacia esa dirección para ver si de ese lado provenía. Entonces lo escuché y corrí para no perderlo. Pero al llegar a la esquina, nada; sólo el sonido un poco más intenso, entonces comencé una carrera hacia donde la locura de mi oído me llevara. Sin darme cuenta ya me había alejado demasiado de las calles que conocía y me encontré andando entre callejuelas empedradas con faroles que desprendían una luz demasiado tenue y apunto de ser devoradas por la luz del día.
Llegó un momento en que el sonido ya casi lo sentía cerca; no sé si corrí de nueva cuenta con una loca obsesión por el miedo de perder al autor de tal sonido o por la ira que comenzaba adueñarse de mí. Sin fijarme ya en donde me encontraba miré la próxima esquina que parecía resguardada por un gran sauce que se elevaba mas allá de los cables de alta tensión. Tensión es la que sentía por no atrapar este maldito ruido. Me detuve un momento apoyándome en un farol y sentí como el sudor me helaba el cuerpo produciendo una extraña sensación y apaciguando mi coraje por un momento. Cuando pude recuperar un poco de aire, caminé con pasos desesperados hacia la esquina dispuesto a no soportar más el ruido que comenzaba a taladrarme la cabeza con punzadas que se agudizaban. Al doblar la esquina el sonido cobró nuevos bríos de agudeza convirtiéndose en un ruido insoportable y me llevé las manos a los oídos para poder soportarlo y comencé a caminar más y más rápido. En esta situación de sentir reventar la cabeza no me dí cuenta cuando tropecé con una mujer que me sonrió mientras me ayudaba a levantarme, noté entonces que el ruido había desaparecido y comenzaba a sentirme feliz, solo fue en esta pequeña fracción de segundo pero que al querer transmitirle mi felicidad devolviéndole la sonrisa, descubrí que me había echado a correr porque su sonrisa me produjo una sensación de muerte. Al final de la calle me detuve nuevamente a descansar, recargado en un pequeño árbol, y al levantar la vista miré un cuadro que se me hizo familiar. Estaba parado frente a un pequeño jardín seco, y una puerta metálica que reflejaba mi figura. Caminé hacia ella y en un abrir y cerrar de ojos el ruido se colaba por debajo de la puerta. Sin esperar más abrí la puerta que retenía al ruido sin tomarme la molestia de llamar porque la ira me cegaba.
Lo vi ahí parado, dando la espalda, en la ventana; mirando el mundo tan apacible...inmutable. Me acerque al saber que no me descubría aún. Cuando estuve cerca, me le fui encima y lo derribé. Mis manos corrieron ávidas alrededor de su cuello y poco a poco se empezaron a juntar mientras veía como hacia esfuerzos por querer hablar. La sonrisa se dibujaba en mi rostro nuevamente porque el sonido disminuía. Cuando este frenesí —que llenaba de fuerzas mis dedos que ya casi sentían la rotura de la traquea— por haber recobrado mi mundo de paz me impulsó a reacomodar mis manos para mayor comodidad y así dar el último apretón para dejar al autor del ruido sin vida, las palabras atrapadas en la garganta emergieron, una a una, como una sentencia: ¡¡Detente!!. La segunda disolvió mi silencio casi perfecto: ¡¡Tú no existes!! Pero su ultimátum fragmentó mi cuerpo con su sonido agudo: ¡¡Sólo eres parte de mi esquizofrenia!! Y entonces, nada.
Josué zeuxis
2004

1 comentario:

Anónimo dijo...

buena lectura... me recuerda a a lovercraft o como se escriba...

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