1 de junio de 2008

Poema

PIEL ES

Aún no comprendo mi desnudes, el delirio de poder saber que existen “acertijos en el agua”. Una insuficiencia de letras, de pensamientos aglomerados al sentir y el actuar que llevan a un momento de prescindir de las cosas que ya no vuelven; que jamás suelen olvidarse.... ¿Por qué ahora esta reincidencia por lo antiguo, por la fatalidad de las cosas remotas? Tú cuerpo - mis palabras ausentes y mi delirio- que va acabando con mi paciencia. ¡Basta!-dije- pero mi corazón no desespero y tardo en reconocerte. Prefirió morir que saberte. Pero ojalá que las lunas y las noches florezcan tranquilas sobre tus sueños azulados de nostalgia y de pesadumbre. "Me duele preguntarme si todavía te amo"... y las noches que te sueño, olvido donde tu imagen juega con las fisuras de la noche, en un camuflaje de histeria y desesperación. Aun anido las partes de tus labios que recorrieron mi cuerpo de palabras no dichas, más bien susurradas al viento de un sueño, de una sirena transparente y lucida. “Pero tendría que bajar a bailar el danzón que tocan en el cabaret de abajo...” y la menuda esperanza a encontrarte en el. ¡No!, no aunque las esperas nocturnas de las hojas que, como cómplices, huyen al desierto de las lágrimas hechas polvo por un beso; un inhumano sobresalto y despiste de la salida al fuego que cobija, congela. Evapora al cosmos la lluvia traslucida que me remonta a la tierra. A esa tierra no recorrida por mis dedos. Tu piel. Piel que llora y gime cuando me convierto en letras y me transformo en aliento que respiras; me vuelvo luz, sombra, sonido, silencio, sirena y mar. ¿Puede acaso el sol acabarnos de criar y enmudecer mis ojos de luciérnaga moribunda?¿Pueden tus labios romper mi capullo de amor y beber de él sin mas sed que nuestros cuerpos?

Veintiséis de junio del dos mil cuatro

PIELES
¿Sabes volver al principio del fuego? Pero el agua encamina y sólo el puede remontarnos al pasado, al frío. Prefiero llevar mi alma partida en dos colores, gritar visiones enramadas en tus telarañas que morir en la acústica blasfemia de un aliento. Puedo sentir un día gris, perpetuo; hundido – un instante – en el fruto del árbol llamado cuerpo. Demasías manos enlazadas para asirlo. ¿Puede el rojinegro de mi pecho cubrir toda tu piel, o es que escapas de mi manos rotas? Están pegadas – quizá – en un vínculo entre la mirada interrogante y la inocencia introvertida, oculta en la sonrisa esbozada por tus poros. Piel indomable, mapa de un universo, un estampido de contrastes. Gota que recorre los colores convirtiéndolos en ojos incautos, pequeños; pegados a los párpados del olvido, al silencio amorfo de mis replicas sordas. ¿Tomaran estas el sonido del espejo para fortificar su eco, o nombrarán a las flores pequeñas, inhumanas y crueles que clavan los dardos de un amoroso deseo de muerte?

Escrito entre el veintiséis de junio al once de julio del dos mil cuatro
J. Zeuxis

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